
‘Mariliendre’ explora la búsqueda de identidad y, por el camino, acaba siendo una expresión de identidad en sí misma.
Reseña / Opinión de la temporada 1 de ‘Mariliendre’, serie de AtresPlayer. En la plataforma desde el 27 de abril.
«Mujer que frecuenta la amistad de hombres homosexuales», así reza en la RAE el concepto de ‘Mariliendre’. Y lo acompaña de un aviso: despectivo. Como tantas otras palabras que acompañan al colectivo y que, con el tiempo, han encontrado su resignificación a través del mismo proceso que propone la serie, el de encontrar un lugar en el mundo. La búsqueda de identidad es el motor de una serie que ya no solo se limita a dar la voz cantante (nunca mejor dicho) a sus personajes homosexuales, sino que, consciente de cuál fue siempre el digno objetivo de los oprimidos, decide entregar el protagonismo a otra figura que fue objeto de burlas: el de las mariliendres.
Producida por Los Javis, ‘Mariliendre’ es una oda al mamarracheo además de una sólida explicación al porqué de la identificación del colectivo LGBT con un sector de la cultura española denostado por la sociedad. Mediante un tono agridulce donde las subidas se encuentran con bajadas sin tonalidad intermedia, como si un viaje de estupefacientes de los que muestra la serie se tratara, ‘Mariliendre’ profundiza en el «ser o no ser» de tal manera que, para ser (o incluso para no ser), has de elegir lo que quieres.
Sigue que leyendo y descubre nuestras impresiones y opiniones sobre la serie ‘Mariliendre‘ que se estrena en atresplayer el 27 de abril.
–No te pierdas nuestra entrevista a Martin Urrutia y Blanca Martínez sobre ‘Mariliendre’–
Jere, Meri, Saúl y los demás
Meri era la reina de la noche en Chueca, acompañada de «sus gays» entraba y salía de cualquier garito como si de una diva se tratase. El mundo era suyo y de sus amigos. Pero diez años después no queda nada de eso. Las fiestas se acabaron, las responsabilidades llegaron, «sus gays» volaron lejos del cobijo de sus alas. Y, además, su padre acaba de fallecer. Y si con eso su vida, suspendida en el tiempo añorando tiempos pasados, no fuese suficientemente confusa, también acaba de descubrir que su padre era homosexual. Así que ahora comenzará un viaje en busca de la verdadera identidad de su padre por lugares y gentes que atraen el recuerdo de una vida que a todas luces fue mejor.
En este viaje en busca de un reencuentro (o más bien un encuentro a secas), Meri y ‘Mariliendre’ circulan alrededor de varios de los estereotipos que se asocian con el mundo homosexual, más concretamente a la parte festiva. Pero que no resultan ofensivos dadas las intenciones de la serie, que no son otras que mostrar el brutal contraste entre los 20 y los 30 años. El paso del tiempo y los caminos que te hace tomar la vida son una presencia constante en la serie. Y tratar eso solo puede llevar a una cosa: a la nostalgia hacia tiempos que ciertamente recuerdas como mejores de lo que en realidad eran. O al menos mejores de lo que son ahora. Que se lo digan a Amaral.
Nostalgia millennial
Jugar a la nostalgia siempre es complicado, porque esas intenciones solo pueden referir a un sentimiento a duras penas racional, y una mala decisión puede echar por tierra cualquier pretensión. Es decir, si vas a revivir tu juventud, quieres ver tu juventud. Sin embargo, ‘Mariliendre’ consigue sortear esto gracias a su esencia y a su planteamiento dentro de la cuestión del colectivo. Lejos de mostrar la juventud homosexual como un camino tortuoso (algo que, por otra parte, estaría en todo su derecho), decide revelar esta como un periodo de luminosidad y de agradable experimentación, aunque siempre en constante lucha entre el qué dirán y el quién soy.
Sabemos, pues, que los principios de los dosmiles no fueron demasiado agradables para un colectivo que aún luchaba por ser visible y respetado, pero ‘Mariliendre’ no pretende que la nostalgia sea un recuerdo duro para aquel espectador que se pueda sentir identificado. Si no que busca la fantasía como forma de sanación, como una idealización de lo que podría haber sido. De ahí que las abstracciones musicales encajen bien en el grueso de la serie debido a su componente ilusorio. Y de ahí que cuando el drama aparezca en la edad adulta se sienta más profundo. Una reescritura de la historia justa con aquellos que fueron pisoteados.
Porque no todo es nostalgia en ‘Mariliendre’. No todo son canciones de Beth o Chenoa cantadas a pleno pulmón en una desgañitada alabanza hacia la juventud. Los jóvenes que un día consiguieron vivir su vida a tope en un constante ir y venir de descubrimientos y confusiones, de repente se encontraron con una situación que los hizo madurar de golpe. Una situación que, por otra parte, la serie utiliza para dotarse a sí misma de un componente de misterio que sirva como hilo conductor al proceso de maduración de sus personajes.

‘Mariliendre’ y el musical
‘Mariliendre’, además de ser una fina dramedia, es un musical a tiempo parcial. Con todo lo que eso conlleva. Y dentro de ese ámbito encontramos un resumen bastante exacto de lo que es la serie en el momento en el que mezcla escenas musicales de ensueño (mención especial al calco castizo de ‘La La Land’) con otras que se dejan llevar por el esperpento. Todas ellas, eso sí, con versiones de grandes temazos pop de principios de siglo. Y esta mezcla entre la seriedad y la mamarrachada es la propia esencia de ‘Mariliendre’, y, a la vez, lo que le da permiso para mostrar una sensibilidad honesta que, en efecto, no se deja llevar por el qué dirán.
En definitiva, ‘Mariliendre’ es una serie muy concreta que maneja unas reglas especiales dentro de un universo que puede resultar ajeno a aquellos que no lo reconozcan. Los Javis no atraerán a nuevos adeptos a sus producciones, pero sí que han sabido dar con una producción que hará las delicias de sus fans. Y no solo mediante la pericia que con mayor o menor acierto pueda conseguir la serie transmitir, sino con todo lo que ella misma supone como símbolo.
