
Pocas películas han dividido tanto a la crítica especializada y a la audiencia como ‘Emilia Pérez’. ¿Qué hace a este largometraje uno de los más polémicos del presente siglo?
Emilia Pérez. Hace cinco años, comentaba en este mismo espacio la alegría que me daba que la academia estableciera ciertas normas en aras de favorecer la representación de grupos históricamente invisibilizados como las mujeres, las personas que viven con discapacidad y la comunidad LBTTTIQA+.
En ese momento, una muy querida amiga me comentó que ella no estaba de acuerdo con mi postura, bajo el argumento de que los actores y actrices debían ser capaces de interpretar cualquier papel, porque para eso se prepararon. Respondí señalando las desigualdades sistémicas y estructurales que favorecen la exclusión de cualquier persona que el cisheteropatriarcado considera diferente y defendí que me parecía un gran paso hacia la inclusión en Hollywood.
Sin embargo, gracias al escándalo que desató ‘Emilia Pérez’, me queda claro que mi postura era bastante ingenua. Lo que pensé que sería un paso hacia la inclusión terminó convirtiéndose en una nueva forma de validación y control, que a través de los largometrajes presenta las inclusiones que son deseables al cis-tema. Revisemos con atención el asunto.
Fantasías animadas de ayer y hoy presentan…
Que el arte responde a intereses políticos y económicos no es ninguna sorpresa. Y ahora que está tan en boga la idea de separar el arte del artista —cuestión imposible, porque les creadores imprimen en sus obras su experiencia y formación, por ende, en sus trabajos reflejan no solo sus ideales, sino su forma de ver el mundo— es menester recordar que el cine, antes de conseguir el sobrenombre de séptimo arte, era la herramienta más poderosa de propaganda de Estados Unidos.
La fábrica de sueños estadounidense —Hollywood, para abreviar—atacó duramente al Eje del Mal durante la Segunda Guerra Mundial: un nazi pato Donald atrapado en la espiral armamentista, los japoneses imbéciles y malvados (con yellow face incluido) piloteando aviones kamikaze porque no tenían el más mínimo sentido de preservación y un largo etcétera. Tras erigir el orden de la segunda posguerra, el leviatán liberal atacó con fuerza a la Unión Soviética (de ahí el auge del cine de extraterrestres, la invasión de algo extraño que pone en entredicho el mundo como lo conocemos) y, tras el fin de la Guerra Fría, el villano de las historias pasó a ser el terrorismo internacional.
Por supuesto, los estereotipos varían a lo largo del tiempo, dependiendo de las necesidades políticas, sociales y hasta económicas. Después de que se representó al grueso de los habitantes del Este de Asia como imbéciles, se les mostró como expertos en artes marciales y luego como sumamente competentes para las matemáticas. A pesar de que la representación de personas asiáticas ha sido una constante en el cine estadounidense, hasta 2023 solo dos personas de ascendencia asiática estuvieron nominadas al premio de mejor actriz: Merle Oberon —quien mantenía en secreto su herencia surasiática— y Michelle Yeoh.
Esta última dio vida a Evelyn Wang en ‘Todo en todas partes al mismo tiempo’, cinta que ganó siete de las once categorías en las que la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas la nominó. Tanto ella, como Ke Huy Quan, su coprotagonista, hicieron historia e infundieron esperanza en todas las infancias asiáticas, que ahora saben que es posible alcanzar sus sueños.
Y a todo esto… ¿de qué trata ‘Emilia Pérez’?
¿Qué tiene que ver lo anterior con ‘Emilia Pérez’? Mucho, pues el noveno largometraje del galo Jacques Audiard está metido en la lógica de la producción y el consumo cinematográfico y, por ende, cae en todos los vicios enunciados en el apartado anterior; de hecho, la cinta presenta una visión de México, en general, y del universo del narcotráfico, en particular, bastante peculiar. Pero antes de entrar de lleno en la materia, ¿de qué trata la polémica película?
Tras alzarse con la Palma de Oro (Cannes, 2024), el filme comenzó su ciclo de exhibición a nivel internacional, dejando casi hasta el final a México —en donde no se encuentra en Netflix, a diferencia de lo que pasa en el grueso del mundo. Así, lo único que nos llegaba de la película más nominada en diversas premiaciones eran clips de unas canciones francamente ridículas. A partir de ahí, todo se vino cuesta abajo: crítica por los acentos, por los diálogos que parecían sacados de Google Translate, de las desafortunadas declaraciones de la protagonista, y un largo etcétera… ¿Pero alguien puede decirnos de qué trata la obra?
Justo el día que Rita Moreno Castro (Zoe Saldaña) gana un caso —yendo en contra de sus principios—, recibe una llamada anónima en la que acuerda reunirse con su misterioso interlocutor en un puesto de periódicos («¿Por qué me llamó? ¿Por qué yo? ¿Por qué en el puesto de periódicos?», se lamentará después en Todo y Nada, que fácilmente son tres canciones).

El desconocido resulta ser Juan Del Monte, narcotraficante conocido como “El Manitas”, quien le pide ayuda para someterse en secreto a una cirugía de reafirmación de sexo, para poder vivir plena y auténticamente. Rita, como buena abogada de poca monta («¿Cuándo vas a abrir tu despacho bonita?»), acepta ayudarle.
Cuatro años después, la abogada y la ahora Emilia Pérez se reúnen en Londres, pues la otrora narcotraficante quiere reunirse con su esposa —Jessi (Selena Gomez)— y sus hijos. Por supuesto, esto no será fácil, pues su familia vive en Suiza desde que Emilia se sometió a la operación para transicionar y luego fingió su muerte, por lo que sus parientes desconocen todo sobre su nueva identidad. Con engaños, Rita lleva a Jessi («¡Bienveniiiiida!») y a sus hijos a la Ciudad de México, en donde se reúnen con Emilia Pérez, supuesta prima lejana del Manitas, quien se ofrece para ayudarla a criar a los niños.
Mientras Jessi reaviva su romance con Gustavo Brun, Emilia se ve confrontada con la maldad que causaron sus acciones y, decide crear una asociación civil para reparar el daño. Sin embargo, las tensiones entre Jessi y Emilia irán en aumento, dejando en claro que algunas costumbres son difíciles de olvidar.
Acentos, Audiard, Gascón y de la interminable lista de cancelados
La sinopsis anterior sugiere que la ahora infame cinta de Audiard era una más sobre el narcotráficp, si acaso un poco más interesante por su tratamiento de la violencia que azota a México desde el 2006, pero la realidad es completamente diferente.
El director, en más de una ocasión comentó que se basó en un personaje secundario de Écoute, de Boris Razon (Stock, 2021) —el peligroso narcotraficante mexicano que quiere transicionar para vivir su vida como siempre ha soñado—, pero cuando se le preguntó qué tanto había investigado México para preparar su guion, reconoció que no mucho, pues ya sabía lo que necesitaba. Y la verdad, no hacía falta que lo dijera, pues es algo que se nota.
Para que una película, o cualquier otra expresión artística sea considerada como arte, se tienen en cuenta tres grandes factores: la existencia de un concepto, la técnica y la ejecución. Ahora bien, en el caso de ‘Emilia Pérez’ es innegable que hay pericia técnica, especialmente en los encuadres y el manejo de la luz (algunos de sus fotogramas son hermosos); de hecho, si solo nos basáramos en ese rubro, lo único que se leerían aquí son elogios. Sin embargo, al momento de ponderar los otros dos elementos, nos encontramos deficiencias grandes, que abordamos a continuación.
A) La incapacidad de la cinta para sostenerse (y de su director para defenderla)
Una de las principales críticas que se le hace a la cinta es su tratamiento del narcotráfico y las desapariciones. Sí, es ofensivo, pero no es un documental, así que están permitidas ciertas licencias ficcionales. Sin embargo, nada más empezar, suena un icónico remix del mensaje del fierro viejo, uno de los sonidos con los que más se asocia a la Ciudad de México; por ende, la obra, en este pacto de verosimilitud, promete a los espectadores que lo que verán será apegado a la realidad. Segundos después, en ese México se presentan toda clase de acentos del español (ibérico de Gascón, estadounidense de Gomez, dominicano de Saldaña), sumados a diálogos que dan risa por lo malos que son. Como resultado, la audiencia es incapaz de inmiscuirse de lleno en la experiencia.
Por otra parte, ante los cuestionamientos, Audiard canceló su participación en una proyección en la Cineteca Nacional —en la que estudiantes de la UAM Azcapotzalco tendrían una sesión de preguntas y respuestas con él. Durante el estreno en México, ofreció disculpas —en un intento por salvar la taquilla— a los mexicanos que hayan encontrado cosas escandalosas en su cinta y además remató con que “El cine no aporta respuestas. Solo plantea preguntas y tal vez las que está planteando Emilia son incorrectas»; además, aseguró que nunca fue su intención ser pretencioso.
Semanas después, dijo que el español era el idioma «de países modestos, de países en desarrollo, de pobres y migrantes», para desdecirse en unos días, asegurando que los medios descontextualizaron sus palabras y que todo se trató de un error, pues el ama el español, como si no supiéramos que lo hizo para no perder más nominaciones, como la de Mejor Director del Premio del Sindicato de Directores. Y una cosa es que una película no pueda sostenerse por sí sola, pero ya cuando ni siquiera su propio director puede defenderla, pues…
B) La terrible representación de las personas trans
En ‘Disclosure: ser trans en Hollywood’, actores y actrices trans hablan de la importancia de que las personas, especialmente los hombres cis, no interpreten personajes parte de la comunidad LGBT. Como el nombre del documental lo sugiere, el énfasis está en la T, pues esa situación favorece la perpetuación de los transfeminicidios y un largo etcétera. Sin embargo, parece que tanto elles como yo pecamos de inocentes, ya que Karla Sofía Gascón es una actriz trans y se prestó para interpretar un personaje lamentablemente construido, no por nada los premios GLAAD no nominaron a la cinta en ninguna de sus categorías.
Francamente, yo también estoy cansado de los romances LGBT adolescentes en los que todo aparece edulcorado, pero de eso a celebrar la existencia de una cinta eminentemente tránsfoba hay un mar de diferencia. No se había visto un número musical tan malo como La vaginoplastia y la verdad, la letra solo puede leerse en clave de comedia porque joyas como «De hombre a mujer, de mujer a hombre» (con su respectivo de pene a vagina), más un desahogo cómico en voz de Saldaña, quien pregunta en español —porque la canción es en inglés— «¿¡Y las pompis?», no puede tomarse en serio.
Sin embargo, la parte dramática también peca de simplista. Todo apunta a que ‘Emilia Pérez’ quiso ser una tragedia, en el sentido griego, pero falla en el desarrollo. El problema es que la protagonista, después de transicionar, se vuelve inherentemente buena: antes, ella no se había dado cuenta del mal que causaban sus acciones (cuando literal en los medios de comunicación no se habla de otra cosa) y mágicamente, tras un encuentro con una afectada, decide cambiar. No solo eso, con eso se establece una versión maniquea de la situación: las mujeres inherentemente pacifistas vis-á-vis los hombres violentos.
Y luego, hacia el final de la cinta, Emilia —incapaz de escapar de su naturaleza—, recae en sus viejos hábitos, pero en ningún momento hubo desarrollo del personaje ni una exploración seria de si dentro de los procesos de sociabilización masculina la violencia juega un papel determinante, ni de la forma en la que las personas trans abordan/sortean/asimilan el haber sido criadas de acuerdo con los mandatos sociales contrarios a los que se identifican.

C) El exotismo en su máxima expresión
Edward Said, en Orientalismo (1978) acuñó el concepto que da título a su libro para denunciar que Occidente elabora una representación reduccionista de Oriente (entendido como Asia, África del Norte y Oriente Medio). Con el paso del tiempo, ha quedado más claro que cualquier país que no sea percibido dentro del siempre libre y democrático primer mundo, tendrá que soportar que se le represente de forma exótica (puntos extras si fue objeto de la literatura colonial).
¿La violencia es un problema en México? Sí. ¿México es un país diverso con diferentes matices lingüísticos y orígenes étnicos? También, pero si tanto solo se hubiera puesto el mismo empeño que se usó en justificar las deficiencias en contratar asesores mexicanos para desarrollar el guion otra cosa sería. Es un chiste recurrente que en las películas estadounidenses siempre se retrata a la nación mexicana en colores sepia, que es obligatorio que haya un paisaje desértico y, en el imaginario colectivo, está el indio mexicano descansando a la sombra de un nopal/maguey, con sombrero de ala ancha y zarape, pues el primer contacto estadounidense con México es la desértica frontera.
Sin embargo, Audiard va un paso más allá y en lo que Said habría encontrado sumamente interesante y seguramente habría señalado como una de las estrategias culturales del imperio para legitimarse, la hija de Emilia Perez la abraza y, a pesar de que desconoce su nueva identidad le canta a su tía Emi: «Hueles como a mi papá. Me gusta. […] Hueles a las montañas. A cuero y café. Hueles a la comida picante, picante. Hueles a azúcar, al cordero en el fuego, al olor del motor. Hueles también a Coca… Cola con limón, hielo y sudor [Él] olía a piedrecitas calientes por el sol, olía a hierbabuena, a mezcal y guacamole […]».
Más allá de los cuestionables hábitos de higiene del Manitas y de si su bendición lo quería o en realidad le está haciendo un roast, no hace falta decir que existe una ligera línea entre exotización, la sátira y el racismo: la letra bien puedo ser taco, fiesta, quinceñera, tequila, piñata y el resto de la película no cambiaría en nada.
D) Cuestionables decisiones ejecutivas
Pocas veces se han visto decisiones tan cuestionables como las que hay alrededor de ‘Emilia Pérez’: Selena Gomez, una cantante pop, no tienen ningún número pop; el elenco de la película que ocurre en México solo cuenta con una mexicana; la infame escena de la llamada entre Jesi-Rita-Emilia y un largo etcétera…
Sin embargo, la más notoria es la falta de capacidad para hacerle frente al odio. Destaca, por supuesto, el papel de Karla Sofía Gascón quien decidió responder el fuego con fuego, lo que ocasionó que los cibernautas sacaran tweets que publicó años atrás, en los que se atacaba a otras minorías. Como respuesta, ella se victimizó, cuando con una escueta disculpa bastaba, pues no es la primera vez que una persona nominada al Oscar enfrenta una controversia tan grande. Paradójicamente, el debate que no se abordó en la película se trasladó a la vida real y plantea preguntas más que pertinentes alrededor del odio y la cancelación.

E) Ausencia de originalidad/especificidad
En teoría, el oficio de la crítica —literaria, cinematográfica, de videojuegos— tiene como uno de sus objetivos encontrar la especificidad de la obra, es decir, qué hace a cierto producto cultural diferente a los demás, por más referencias de las que abreve. ¿Cuál es la verdadera tragedia de ‘Emilia Pérez’? No es que su burdo abordaje de la crisis de desapariciones ni el no haber esperado un poco más, para al menos poder decir que lo retrataba desde el absurdo o la comedia (como dijo McGraw si queremos hacer reír con algo ofensivo, tiene que existir la distancia pertinente), ni centrarse solo en la pericia técnica, dejando de lado los otros dos rubros, sino su falta de identidad.
Salvo por los guiños esporádicos a México, ninguna locación, escenario, variación lingüística ni conflicto nos lleva allí. ¿Qué quiere decir esto? Que esta historia podría suceder en cualquier otra parte (¿Crimen organizado? Cualquier país latinoamericano, con énfasis en Centroamérica; ¿Una abogada luchando contra el sistema? Estados Unidos es el escenario preferido) y no afecta en nada la comprensión, la experiencia ni el guion. Una película que carece de identidad no se puede considerar arte, por muy hermosamente que esté filmada.
‘Emilia Pérez’, o de la fábrica de sueños al servicio del poder
‘Emilia Pérez’ era un concepto interesante y dejó entrever esbozos (la cuasi santificación de los criminales por parte de la sociedad civil, especialmente en zonas donde el Estado ve limitados sus márgenes de maniobra) de arcos prometedores. Sin embargo, su pésimo desarrollo impidió que las poblaciones retratadas y afectadas la aceptaran cálidamente. Por supuesto, su éxito en festivales de cine responde a que legitima la visión que el imperio, el primer mundo, el cisheteropatriarcado tiene sobre varias situaciones.
La violencia y el narcotráfico, así como la crisis de desaparecidos en México es innegable, pero existen cintas que abordan estos fenómenos de mejor manera: por ejemplo, se envió a candidatura este mismo año ‘Sujo’, la historia de un niño que quedó huérfano cuando asesinan a su padre, que era sicario. De más está decir que se tratan estos temas escabrosos en un tono mucho más serio y sensible que el de la obra de Audiard, pero eso no va a acorde ni a la visión ni a los intereses de los miembros de la Academia estadounidense.

Más allá de la polémica alrededor de ‘Emilia Pérez’, estamos frente a un debate bastante interesante. El auge del populismo, el proteccionismo y, por supuesto, la derecha, encontró nuevamente en el cine formas de validarse y, sorprendentemente, a través de las ya no tan nuevas reglas de los Oscar. Ya sea con ejemplos duros —como la película en la que nos centramos en esta columna—, o incluso en formato de series y de forma más suave (Cho Hyun-Ju, la querida jugadora trans del ‘Juego del Calamar’ fue del agrado del público en general porque está codificada bajo actitudes consideradas como masculinas: estuvo en la milicia, sabe pelear, usa armas, etc.), tal parece que el cis-tema está listo para poner las reglas del juego al momento de representar y validar a la sexodiversidad.
¿Qué se puede hacer ante este escenario? ¿Existen formas respetuosas de representación actuales en el cine? ¿A alguien le interesa un cine de ficción que pueda abordar problemáticas sociales sin caer en el exotismo? Adaptado al defenestrado Audiard, nuestras preguntas e inquietudes, individuales y colectivas, se pueden representar en el cine, sin olvidarnos de que debemos hacernos responsables de lo que hagamos con ellas.
Hola Gilberto, Después de haber estado leyendo múltiples escritos relacionados con la controvertida película Emilia Pérez, decidí no verla. Ahora bien, tu crítica, comentarios y reflexiones me ha parecido muy centradas, bien argumentado y sin menciones altisonantes, me ha animado a ver la película como un ejercicio académico, lo cual haré! Continúa escribiendo, me agradó mucho tu estilo reflexivo.